Por: Jaime Junior Torres y Gloria Cardona | Proceso de regionalización Caribe
Abrir caminos en el desierto y sembrar esperanzas en terrenos rocosos es sin duda un reto enorme, pero desde el sentir Ignaciano es un llamado, una invitación al MAGIS, a darlo todo, implicarse por completo, es una entrega generosa y decisiva al servicio, que es la mayor ocasión que se nos da para concretar el amor, que se manifiesta y desea hacerse obra.
La Ignacianidad se vuelve horizonte frente a la realidad caribeña que nos convoca a los jóvenes para que vayamos en medio del fuerte sol a ir contra el viento haciendo camino por el difícil suelo de la arena de mar. El MAGIS es nuestro impulso y fuerza que surge del edificar nuestras vidas en el servicio como principio y fundamento de todo proyecto personal, hacernos con los otros, volcarnos a ellos es la realización más grande que nos regala este horizonte, es la comprensión del modo de Jesús y la apuesta con convicción de que ahí se haya plenitud y felicidad.
Ese horizonte ignaciano que se vivencia como el MAGIS en nuestras vidas, también se hace manifiesto en los distintos procesos que realizamos en nuestra región, que son precisamente nuestra forma de responder a una realidad convulsionada y golpeada que nos exige una mano inmediata. La Ignacianidad nos orienta a discernir y pensarnos cómo hacer frente a nuestra realidad. Nos ayuda a encontrar una apuesta en común entre las obras de la región, y brinda elementos fundamentales para insertarnos en la misión de Dios, el servicio de la fe, y la promoción de la Justicia, en donde el diálogo y el intercambio entre estas, contribuye a la realización de procesos que dignifican la vida a través del trabajo en defensa de Derechos Humanos y educación popular, que busca propiciar el empoderamiento del territorio en donde los jóvenes son los actores principales, concibiéndose como seres dinámicos , expresivos que hacen parte de un entorno social, comunitario y cultural, con capacidades y sueños.
Es muy satisfactorio ver en nuestra región Caribe a los jóvenes converger en escenarios de construcción, que incluso, muchas veces son ellos los que generan esos espacios de participación, ahí es donde se evidencia su empoderamiento, y la valentía por salir adelante en un sistema social complejo, lleno de obstáculos. Jóvenes que con la visión ignaciana han empezado a generar comprensiones sociales, y a raíz de ello, asumen posiciones que transversalizan sus realidades.
Sumergidos en una profunda experiencia de sentir y gustar, la Ignacianidad se expresa en algo muy característicos de los jóvenes en la región y es la pasión por la misión. Ese querer estar siempre brazos abiertos, con el corazón en apertura para acoger y en disposición a trabajar en las diferentes obras, con una postura de alguien que va de salida porque se impulsan a ir al encuentro de los demás. Y con la mentalidad de ser jóvenes para la mayor gloria de Dios, en servicio de la comunidad.
Abrir caminos en el desierto, es hacer procesos de regionalización, y así ser fraternos, más humanos y hacer de nuestra Región Caribe un territorio justo y en paz. Por ello, los jóvenes asumimos nuestra misión de ser sembradores de un futuro esperanzador, y lo hacemos trabajando por nuestra región: buscando poder tejer vínculos, propiciando el encuentro, trabajando por la reconciliación y la paz y queriendo compartir con todos la consciencia de que este es el territorio que tenemos para desplegar la vida, el disfrute y goce de la misma y ello es posible solo si estamos siempre prestos y diligentes al cuidado del Caribe, nuestra Casa Común.