Por: Jefferson Chaverra, S.J.
El 21 de mayo representa para los afrocolombianos una fecha memorable, pues simboliza lo que han sido sus luchas históricas por la libertad y los derechos desde que fueron traídos a América para ser esclavizados en la época colonial. Si bien la esclavitud fue una práctica común en diferentes sociedades, la de los africanos tuvo una particularidad: su racialización. Al africano se le esclavizó alegando su condición de negro, considerándolo inferior al europeo. Este hecho marcó la forma como se crearon y han sostenido a lo largo de la historia de Colombia estructuras de exclusión social por cuestiones fenotípicas.
Sin embargo, desde el momento que pisaron tierra americana, los africanos iniciaron la lucha por su libertad. Las fugas se volvieron constantes, y estos libertos, conocidos como “cimarrones”, comenzaron a organizar pueblos libres, que llamaron palenques.
Las luchas libertarias de los afrodescendientes fueron ganando poco a poco reconocimiento en el ordenamiento jurídico nacional. En 1812, la Constitución del Estado de Cartagena prohibió el comercio y la trata de negros y, ese mismo año, Juan del Corral decretará en Antioquia la libertad de los esclavizados nacidos en suelo antioqueño.
En 1821, se marcaría un hecho importante que sería la antesala de la abolición de la institución española de la esclavitud: la promulgación de la Ley de Libertad de Vientres. Esta ley consistía en que todos los hijos de los descendientes de africanos que nacieran a partir de la promulgación de la misma, serían declarados libres. Sin embargo, esto no sería suficiente para garantizar una verdadera libertad, ya que los nacidos libres permanecerían bajo el cuidado de sus padres hasta alcanzar la mayoría de edad, lo que era empleado luego por los amos para exigirles que debían permanecer en las haciendas trabajando como esclavos para pagar con trabajo la alimentación recibida durante el tiempo de la infancia.
La ley de la abolición de la esclavitud del 21 de mayo de 1851, proclamó el fin de la misma, no porque la élite política estuviera convencida de que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, sino simplemente porque dejó de ser un buen negocio: era más barato tener un jornalero que un esclavo. Esta ley no garantizó los derechos de los afrodescendientes, pues la élite criolla los siguió considerándo incapaces de conducirse como ciudadanos, negándoles con ello la posibilidad de su libre autodeterminación.
Las luchas históricas de los negros alcanzarán un punto importante con la promulgación de la Ley 70 de 1993, en la cual se reconocieron sus derechos étnicoterritoriales, es decir, después de más de 140 años de haber alcanzado su libertad, los afrodescendientes en Colombia fueron reconocidos como un grupo étnico con derechos sobre los territorios que ancestralmente habían ocupado. A pesar de ello, son bien conocidas las dificultades que enfrentan las comunidades hoy para acceder al título que les confiere derechos sobre su territorio, pues ante el avance de los megaproyectos, se considera que el derecho a la titulación colectiva de los territorios ancestrales es un obstáculo para el “desarrollo”.
Aquello que está consagrado en el papel sigue teniendo poco asidero en la realidad, pues los afrodescendientes han exhibido históricamente los indicadores socioeconómicos más precarios de la población colombiana. Esto no puede despacharse con un análisis simplista, argumentando que tal situación se debe a una baja capacidad laboral, productiva o de emprendimiento, como sugieren algunos, pues análisis rigurosos han señalado que en Colombia existe una presencia diferenciada del estado, lo cual es más latente, por ejemplo, en regiones como el Pacífico y la Guajira, habitadas por una población mayoritariamente afrodescendiente e indígena.
Mediante la promulgación de la ley 725 del 2001, el Congreso de la República decretó el 21 de mayo como el Día Nacional de la Afrocolombianidad, rememorando aquel 21 de mayo de 1851. Con todo lo dicho, esta no es una fecha para celebrar, sino para hacer un llamado a la reflexión profunda sobre la necesidad de continuar trabajando para que se puedan consolidar los derechos de un pueblo, que por siglos han sido negados.