Con la llegada de los Jesuitas a Cartagena de Indias a finales del siglo XVI, el 25 de octubre de 1603, el rey Felipe III, mediante la Real Cédula, concedió establecer el Colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad. Al año siguiente, en 1604, doce misioneros jesuitas fueron enviados al Nuevo Reino de Granada, distribuyéndose entre Cartagena y Santafé. De estos, cinco sacerdotes y dos hermanos se establecieron en Cartagena para iniciar la fundación del Colegio de la Compañía de Jesús.
El portugués Manuel Artiño, antiguo alumno del Colegio de Évora, en agradecimiento a sus maestros, cedió y posteriormente vendió su casa a los jesuitas, para que se estableciera el colegio. Sin embargo, tiempo después, al quedar el espacio estrecho, la ciudad otorgó un terreno junto al mar para la expansión del colegio. Con la venta de la primera sede y la compra de los terrenos vecinos, se construyó así el nuevo colegio de la Compañía de Jesús en Cartagena.
Entre 1627 y 1656, los jesuitas estuvieron involucrados en un litigio relacionado con sus predios y la construcción de las murallas sobre estos. Tras años de Litigio, Don Juan de Somovilla propuso que se respetara la edificación del colegio, siempre y cuando la Compañía de Jesús se comprometiera a construir una segunda muralla al costado del mismo. Como resultado, el colegio se vio obligado a buscar diversas fuentes de ingresos para afrontar la situación, entre esas, la producción de materiales de construcción y otros utensilios cerámicos.
Cerca del colegio, a unos 8 km al suroeste de Cartagena, se encontraba ubicada la Isla de Carex, actualmente conocida como Isla de Tierrabomba. Esta isla de acuerdo a su geolocalización se convirtió en un punto estratégico para la defensa de la ciudad, siendo considerada la puerta de entrada a la bahía de Cartagena.
La Isla de Carex, debido a las características de su suelo, era rica en materiales para la construcción durante la colonia. Hacia 1617, pertenecía a Don Alonso de Nava, quien le dio el nombre de ¨Isla de Nava¨. En esta se albergaba la hacienda de San Bernabé, situada al extremo norte de la isla, ligeramente hacia el interior de la bahía, con costa al mar abierto.

De la hacienda de San Bernabé se extraía barro, piedras y arena. En 1631, el Colegio de la Compañía como estrategia para reducir los costos que acarreaba la construcción de la segunda muralla, adquirió la hacienda por la suma de $16.000 pesos a Catalina de Nava y su esposo Don Baltasar de Escobar Maldonado. En 1650 comienza a funcionar la propiedad, la cual progresivamente se dotó con una casa principal, un oratorio, una capilla, varios tendales donde vivían los esclavizados, un tendal de palma para la cal, un tendal de albercas para pisar y amasar el barro, una carpintería, un aljibe, varios pozos, hornos, una zona de cultivo, una caballeriza, una sección para la fabricación de loza, un molino para vidriar, canteras, y distintas áreas destinadas a la explotación de materia prima para la alfarería.
El funcionamiento del tejar se encontraba bajo la supervisión del rector del Colegio de la Compañía en Cartagena, quien era responsable de la administración del lugar. La manufactura era llevada a cabo por los esclavizados, quienes, según su edad, estado físico y de salud, eran asignados a las diversas labores necesarias para el mantenimiento de la hacienda y su producción. El tipo de labores que desarrollaban iba desde navegantes, elaboradores de arcilla, decoración de lozas, encargado de los hornos de cal, carpintería y hasta de conocimientos médicos, como las parteras.
Durante los siglos XVII y XVIII, el tejar de los jesuitas en la hacienda San Bernabé se consolidó como un centro de producción clave para Cartagena, debido a la oferta de cerámica a un costo menor al de la importada, lo cual generaba mayor accesibilidad para la población. Las tejas, ladrillos y otros materiales producidos fueron esenciales para la continuación del colegio, la construcción de la segunda muralla y diversas edificaciones e iglesias de la ciudad. Así mismo, se dice que los jesuitas tenían otras dos haciendas en la ciudad que apoyaban estos procesos: ‘Alcibia’ y ‘Preceptor’, en las que se rotaban los esclavizados de la Hacienda San Bernabé.
En 1767, por orden de Carlos III, los jesuitas fueron expulsados de España y sus colonias, lo que provocó la confiscación de sus bienes. La hacienda de San Bernabé pasó a manos de la Real Junta de Temporalidades. Posteriormente, debido a las transformaciones territoriales que ha sufrido la bahía de Cartagena, como por ejemplo: la ampliación de la bahía de Bocagrande, la formación de El Laguito o las problemáticas de la erosión costera, contribuyeron a que gran parte del tejar haya quedado sumergido bajo el agua.




Sin embargo, aún existen vestigios de lo que constituyó el Tejar de los jesuitas en la Hacienda San Bernabé en Tierrabomba. Hoy es posible divisar, aunque en ruinas, huellas del aljibe, pozo, brevadero, y hasta uno de los hornos, que fueron pieza clave en el funcionamiento de este lugar. Pero se proyecta, que debido al cambio climático, en los próximos años quizá, ya no existan. Estos son espacios que además, hacen parte de la memoria colectiva e histórica de esta población afrodescendiente, que aunque está a aproximadamente 10 minutos del centro histórico de Cartagena, sigue padeciendo de la desigualdad y el olvido. Hay habitantes que en sus hogares aún atesoran piezas de este tejar, así como en el Museo comunitario de la Isla, en el Fuerte de San Fernando en Bocachica e incluso en la ciudad, en el Santuario Museo San Pedro Claver.

La porción de la historia que se acabó de narrar hace parte de una larga lista de anécdotas que los jesuitas podrán contar sobre la orden religiosa que fundó San Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros. Cartagena y sus alrededores ha sido testigo del paso de la Compañía de Jesús en un proceso de construcción, no solo del patrimonio arquitectónico sino del patrimonio cultural y espiritual que constituyen la identidad de este pueblo. Muchos son los nombres que resuenan al evocar la historia de los jesuitas en este lugar.
La relación entre El colegio de la Compañía de Jesús y la isla de Carex, hoy Tierrabomba, es un ejemplo de cómo una manera de construir ciudadanía es a través del aporte de aquellos lugares sencillos, casi olvidados, donde vive gente resiliente que aporta a la construcción de la comunidad solidaria que necesita Cartagena. Hoy, como en los siglos pasados, existen grandes desafíos de toda índole, y la historia ha enseñado que estos deben ser afrontados con la libertad de quienes con las manos vacías y el corazón lleno de esperanza, llegan a construir grandes puentes que lleven a conectar diversas y singulares realidades.
Que la historia de la Compañía de Jesús en Cartagena sea inspiración para abordar y reflexionar sobre las grandes preguntas, que hoy emergen con fuerza y urgencia, sobre desafíos sociales, ambientales, espirituales y culturales.

*Mapa: Elaboración propia. Compañía de Jesús – Santuario de San Pedro Claver. (2025)
Referencias:
- Los Jesuitas En Cartagena de Indias, (10 de noviembre de 2009). Tulio Aristizábal SJ. Espitia Impresiones
- Arqueología de la producción, distribución y consumo de la cerámica del Tejar de San Bernabé en los Siglos XVII y XVIII en Tierrabomba (Cartagena), (2019). Proyecto de Grado para optar al título de Arqueología (Lic. 7655), Laura Victoria Báez Santos. Recuperado en línea: https://bdigital.uexternado.edu.co/entities/publication/bf841798-8d03-43b9-8167-52aa16d5d808
- Martínez, E., & Méndez, M. (1998). Tejar de San Bernabé de los Jesuitas, Isla de Tierra Bomba. Una Propuesta de Rescate del Patrimonio Olvidado de Colombia.
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