Serrano, el rebelde | Artículo del P. Alfredo Ferro, SJ

Sabiendo que varias personas van a escribir sobre Jorge Eduardo Serrano, SJ, soy consciente que no es una tarea fácil, pues el “gordito” como le llamábamos cariñosamente, tiene como nadie inmensas facetas, algunas de ellas resaltadas por el P. José Leonardo Rincon sj en la homilía de su funeral. Son tantas, que cuando se me ha pedido escribir una breve semblanza de su personalidad, ya que fue muy cercano a mí, preferí focalizar algo que siempre consideré era una característica típica de lo que siempre fue y es su rebeldía. Por ello, podríamos decir, que Jorge Eduardo, desde su opción evangélica a la manera de Jesús, se rebeló contra toda ley o norma establecida o bien contra toda autoridad que no respetara la vida y la dignidad de las personas y por ello mismo, fue un militante de los movimientos sociales y políticos que reivindicaron e impulsaron estructuras nuevas de justicia, paz y fraternidad. Se hizo rebelde desafiando en su discurso y en su práctica los poderes establecidos, defendiendo a los más débiles, pobres y desfavorecidos. Serrano, siempre manifestó su inconformismo y lo hizo con ternura, creatividad y determinación, pero, sobre todo, con pasión, una característica muy propia de su personalidad.

Jorge Eduardo, fue un rebelde con causa y de muchas maneras y en diversas circunstancias. Lo que me propongo es recordar algunas, de pronto las más significativas.

El “gordito”, fue un rebelde desde los barrios populares de Bogotá con sus compañeros jesuitas en los tiempos de sus estudios de filosofía del año 1971 al 1975 donde había una gran efervescencia de los movimientos populares e imaginábamos que cambios radicales en la estructura social y política estaban a la vuelta de la esquina, inspirados en las revoluciones en marcha. Aquí vale la pena recordar que en esta época de sus estudios en la Universidad Javeriana, se hacía muchas preguntas en un contexto convulsionado y cuando muchos de sus compañeros habían dejado la Compañía de Jesús, pidió un año de exclaustración o de vivir fuera de las casas de la orden, pues se cuestionaba su vocación y permanencia como religioso.  

Fue un rebelde en la lucha por la reforma agraria desde las comunidades campesinas de Candelaria, Atlántico, en donde hizo su etapa apostólica en el año 1976. Se hizo sentir con sus ideas revolucionarias en el colegio de San Ignacio en el año 1977 como maestrillo, en donde los claustros educativos tradicionales no se amoldaban mucho a su manera de ser, siempre buscando nuevos paradigmas.

Ya en sus estudios de teología, que inició en la Universidad Javeriana en el año 1978, no concordó con el enfoque y visión teológica que tenía la facultad y siendo un convencido de r la teología de la liberación, que comenzaba a fluir en América Latina, le pidió a su provincial el P. Gerardo Arango sj, que lo enviara a estudiar con otros de sus compañeros al Brasil, donde llegó a comienzos del año 1980. Y aquí hay algo de lo que se recuerda poco y es que, siendo un joven jesuita rebelde durante su formación, pues no se quedaba callado con nada de lo que no le parecía y lo expresaba abiertamente, al pedir que lo ordenaran como sacerdote estando en el Brasil, varios de los informes que dieron sobre él algunos de sus hermanos en la Compañía no fueron muy positivos o favorables, lo que le acarreó que le aplazaran la ordenación un año y fuera ordenado solo en el año 1983.

Al ordenarse su primera misión en Cúcuta en la Parroquia San Pio X, intentó desde su rebeldía ante la realidad de pobreza y miseria, construir soluciones para los desposeídos junto con ellos, buscando caminar a su ritmo, y en esta situación de hambre convocó a los integrantes de la parroquia para que se preguntaran, como se podía responder a esta tremenda situación de indigencia, y es en ese momento, que entre todos se idearon las ollas comunitarias.  Una auténtica rebeldía creativa para calmar el hambre de tantas personas desplazadas y que vivían en la miseria. Su compromiso, le valió amenazas de muerte y la necesidad de salir del país.  

Uno de sus apostolados importantes que lo marcó, fue su paso por el Servicio Jesuita a Refugiados – SJR, desde Barranca, donde estuvo del lado de aquellos que han tenido que migrar y refugiarse en una realidad que es trágica y allí se rebela contra un sistema que expulsa y generalmente no se compadece con las angustias y sufrimientos que viven nuestros hermanos sean nacionales o extranjeros que deben dejar su tierra. Es desde esa experiencia que escribe en el año 2005 un libro titulado: “Nosotros somos desplazados, pero tenemos dignidad. Una reflexión nacida de su experiencia en el SJR, 1997 – 2002”

En otras misiones que tuvo, como en las parroquias de San Francisco Javier en Bogotá, en San Pablo, Bolívar, en la Amazonia brasileña o en su última en el templo de Nuestra Señora de la Soledad, siempre buscó innovar y darle un vuelco a la comunidad parroquial, rebelándose contra mucho de lo establecido tradicionalmente.

Una misión que realizó durante varios años en Colombia a través de la entidad “Amar y Servir”, siendo el director de la oficina de desarrollo nuestra, en el continente latinoamericano como coordinador del recaudo de fondos de la Conferencia de Provinciales de América Latina – CPAL o a nivel universal desde Roma, como asistente del ecónomo general de la Compañía de Jesús en la Oficina de desarrollo de la Curia General, planteó caminos de recaudo de manera original y alternativa para nuestras obras sociales particularmente, cuestionando la forma como lo hemos hecho siempre y por lo mismo, se empeñó en ahondar en una espiritualidad que sostiene esa práctica tan común de la búsqueda de recursos tan necesaria, pero a su vez tan compleja hoy en día. Así mismo, siendo un experto en recaudar fondos económicos para sostener nuestras obras, luchó contra proyectos que incentivaran prácticas asistencialistas y paternalistas.  

Antes de asumir su última misión en el templo de la Soledad, lugar donde realizamos su funeral, Jorge  Eduardo estuvo entre los años 2021 y 2023 en la dirección del Santuario de San Pedro Claver en Cartagena y de la Fundación Centro de Cultura Afrocaribe de San Pedro Claver, allí fue también párroco del templo y superior de la comunidad, tareas ellas, que le exigieron otra mirada a la realidad compleja de una Cartagena en medio de una cultura caribeña y afro, con profundas desigualdades, que lo indignaron, teniendo presente la historia de la Compañía de Jesús por más de cuatro siglos, donde se destaca la figura de Pedro Claver, defensor y siervo de los esclavos, es allí, donde la memoria de los esclavos rebeldes llamados cimarrones fueron un llamado para luchar contra toda forma contemporánea de esclavización.

La vida de Jorge Eduardo, el “gordito” Serrano, ha sido una historia de rebeldía permanente, consciente, fundamentada, coherente y apasionada, donde no era posible cruzarse de brazos y no protestar o denunciar proféticamente. Ciertamente el evangelio de Jesús, su brújula y su fuerza, fue lo que lo motivó siempre sin temores o actitudes cobardes para enfrentar muchas realidades que lo indignaban. Que el espíritu del Dios siempre nuevo y resucitado que impulsó a Jorge Eduardo nos abrace y nos acompañe siempre. Amén.

Por: Alfredo Ferro Medina, SJ